Es solo alma, aquello, que se agranda ante ti.
Lo que expande distancia, hasta ti, de mi, y no ausencia, que presencia aquello que no pretendo.
El alma es ruido en alma en silencio.
El silencio del alma es un sueño.
El sueño es un espero, de mi en ti, un ruego, un porvenir.
Y, todo lo que viene en mi sucede, es perentorio, ausente, impermanente, emocion, verso, cayendo del universo en ti miles de estrellas lucen y la noche es en mi, en el silencio, en el infinito momento que desata el verbo contraido en miles de temas que provienen de pensamientos, y, todo, eso es, todo es permanencia de mi en mi.
Por eso sueño que todo suceda como un gigantesco privilegio que envuelve al corazon ausente de eternidad aferrado a ti, mi dulce amor, en paridad.
Solo el amor es dulce amor.
Mi dulce amor perdido.
Dolor de una vida dolida en su ausente estar perdido de palabras que al pronunciar no suenan al poetico crepitar del verbo contenido de eternidad.
Mi yo en mi.
Mi dulce amor.
Mi eternidad.
Mi libertad.
Y, por fin, ese centro alcanza a orar.
Orando entrega el verbo al alma escindida en una continuidad de la eternidad infinita en el presente diluido de recuerdos de cada instante de amor contenido teñido de felicidad inherente que te lleva a la paz.
¿Quien sabe lo que es esta oracion mas que tu?
¿Quien lo sabe?
Solo aquel que supo lo que le es perder.
Perder el unico valor.
Perder el unico valor.
Perder la unica identidad de vida, aunque fuera por una negacion de unos ojos hermosos que en anhelo nunca llego a pronunciar.
Y que es eso, si en ello el amor, por soledad, no puede amar.
Y si en la vida el alma se doblega al amar a la nada, nada enamorada, de este pequeño amor que vestido de mañana pulula por el reino de mi corazon llamandose mi dulce..., mi dulce amor.
...no le busques sentido, no lo tiene.
miguel mochales, maestro zen.
sábado, 17 de mayo de 2008
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